Fernando Díaz De Mendoza

Fernando Díaz de Mendoza (Murcia, 7 de junio de 1862 – Vigo, 20 de octubre de 1930) fue uno de los actores, directores y empresarios teatrales más influyentes de su tiempo. Proveniente de una familia aristocrática y formado en un ambiente culto, encontró en el teatro su verdadera vocación. Sus primeros pasos fueron en representaciones privadas y festivales benéficos, hasta que su inclinación artística lo llevó a integrarse en 1894 a la compañía dirigida por María Guerrero y Ramón Guerrero. Allí debutó en el Teatro Español y comenzó una colaboración que marcaría su destino profesional y personal. Su matrimonio con María Guerrero en 1896 consolidó una alianza artística que transformó profundamente la escena teatral de España y de Hispanoamérica.

Díaz de Mendoza combinó la labor actoral con un creciente compromiso empresarial. Junto a Guerrero impulsó un repertorio amplio y ambicioso que incluía obras de Jacinto Benavente, José Echegaray, Benito Pérez Galdós, Eduardo Marquina, Valle-Inclán, Ángel Guimerá, Martínez Sierra y los hermanos Álvarez Quintero, entre muchos otros. Su capacidad interpretativa lo llevó a ser considerado por numerosos críticos como uno de los mejores actores españoles de comienzos del siglo XX, con papeles memorables en Fuenteovejuna, La malquerida, Casa con dos puertas, El abuelo, Mariucha, Locura de amor y Don Álvaro o la fuerza del sino.

Las giras que emprendió junto a María Guerrero se convirtieron en acontecimientos teatrales en Europa y Latinoamérica. Su presencia en Argentina fue especialmente determinante: no solo llevaron a ese país producciones de gran envergadura, sino que contribuyeron económicamente a la construcción del Teatro Nacional Cervantes, inaugurado en 1921 y hoy uno de los símbolos mayores de la cultura teatral argentina. Aquella empresa, que implicó un enorme esfuerzo económico, reforzó el vínculo entre ambos países y consolidó la idea de un repertorio clásico de alcance hispánico.

Como director, Díaz de Mendoza fue considerado una figura esencial en la modernización de la puesta en escena española. Renovó modos de dirección, formó actores que luego serían referentes y promovió nuevos autores, además de devolver a los clásicos un lugar central en la cartelera. Su labor contribuyó a un resurgimiento del teatro español en un período clave de transición estética. Por su trabajo integrador entre España e Hispanoamérica, él y María Guerrero recibieron en 1922 la Cruz de Isabel la Católica.

En los últimos años de su vida asumió la dirección del Conservatorio de Madrid, consolidando así su papel como figura formadora. Su trayectoria dejó una huella profunda en la historia del teatro en lengua española y su legado continúa ligado a la época en que, junto a María Guerrero, definió un modo de producción teatral que marcó a varias generaciones.

7 Espectáculos en los que participó